Hoy hace un año. Para recordar la histórica jornada del 23 de noviembre de 2014, reproducimos a continuación el fragmento de la Memoria del Ejercicio 2014 que relata lo ocurrido ese día. Una vez más, demos gracias a Dios y a los Santos Mártires por haber contribuido desde nuestra Hermandad a la veneración y culto a las Sagrada Reliquias.
Y llegó el domingo 23. Las previsiones
meteorológicas anunciaban incertidumbre. A la hora de salir la mayor parte del
cielo estaba cubierto de nubes, si bien en algún momento –como al pasar por la
Cruz del Rastro, donde los miembros de la tertulia cofrade Cruz del Rastro
depositaron un ramo de flores ante la urna– los rayos del sol dibujaron
tibiamente su rúbrica dorada sobre la plata martirial del relicario.
Las
puertas del templo basilical se habían abierto poco después de las ocho de la
mañana, para que los responsables del cortejo y participantes en la procesión
hicieran sus últimos preparativos. En la Capilla de la Misericordia se instaló,
a semejanza del Miércoles Santo, un sencillo altar de insignias que exhibía todos
los enseres que formarían parte de la peregrinación.
Los
hermanos que habían sacado su papeleta de sitio –un documento diseñado
expresamente para la ocasión, que serviría como recuerdo de haber participado
en tan histórico acto– comenzaron a llegar, así como las representaciones de
las Hermandades invitadas y del Excelentísimo Ayuntamiento. Mientras los
acólitos se revestían con sus dalmáticas y sobrepellices, se hacía el reparto
de cirios y se asignaban los lugares a los hermanos en los distintos tramos.
Instantes
antes de la salida, nuestro Hermano Mayor dirigió la palabra a los que iban a
participar en la peregrinación, recordándoles la larga historia de la devoción
cordobesa a sus Santos Mártires y evocando la secular vinculación del
Ayuntamiento de Córdoba con la misma, que data del siglo XVII y que se
ratificaba con la presencia institucional de la corporación municipal. También
les avisó de que, cuando se abrieran las puertas, no habría una multitud
expectante deseando verlos, como muestra del «poco aprecio que suele dispensar esta ciudad a sus hijos más ilustres».
Se
abrió la puerta a la hora señalada y comenzó la andadura del cortejo. En el
interior del templo el Cuarteto de Viento de la Banda María Santísima de la
Esperanza y las voces del coro Cantabile interpretaron su primer motete, y
cuando la urna se halló en el exterior de la Basílica nuestra Capilla Musical entonó
la primera estrofa del Himno a los Santos Mártires.
La
peregrinación estaba en marcha.
Llegó
a la Catedral, donde fue recibida por el obispo. La urna fue colocada en el
presbiterio, junto al púlpito del lado de la Epístola, a unos metros de donde
estuvo en mayo de 1939, cuando presidió –en esa ocasión junto a las imágenes de
San Rafael y Nuestra Señora de la Fuensanta– otro acto religioso por un motivo
bien distinto.
La
Santa Misa fue retransmitida para Córdoba por el Canal Diócesis TV y para toda
España por 13TV. La liturgia coincidió con el día de Cristo Rey, último domingo
del Año Litúrgico, y en su homilía el prelado unió esta solemnidad con el
testimonio de los Mártires: «Córdoba ha
sido desde los orígenes del Cristianismo tierra de Mártires, hombres y mujeres
que han dado su vida por la fe de Cristo», dijo en su alocución.
El regreso
Pasada la una del mediodía concluyó la
celebración eucarística y se reorganizó la procesión para iniciar el regreso a
la Basílica de San Pedro. Desde que los hermanos costaleros volvieron a cargar
sobre sus hombros la parihuela, y hasta que salió por el Arco de Bendiciones
sonó, como a la entrada, la Marcha Real repartiendo sus sones solemnes y
vibrantes por el secular recinto. Ya en el Patio de los Naranjos, la música del
órgano entregó el relevo del acompañamiento sonoro al repique alegre de las
campanas de la Catedral –algunas de las cuales tienen nombres de Mártires
cordobeses–, que esparcieron sus cantos de bronce por el cielo de Córdoba…
…Un cielo que estaba ahora cubierto de unas nubes que empezaban a dejar caer una suave lluvia, que no tuvo más consecuencias que la decisión, por parte de los responsables de la procesión, de afrontar el retorno a un ritmo más vivo y rápido que el de la ida. El cortejo, perfectamente formado como en la ocasión anterior, recorrió el itinerario siguiente: Patio de los Naranjos, Puerta de Santa Catalina, Magistral González Francés, Cardenal González, Cruz del Rastro, Lucano, Plaza del Potro, Lineros, Don Rodrigo, Carlos Rubio, Plaza de la Almagra, Escultor Juan de Mesa, Plaza de San Pedro.
La
procesión de regreso tuvo un momento especialmente emocionante al pasar el
cortejo por la sede de Bodegas Campos, empresa vinculada desde hace muchos años
al barrio y a la Parroquia de San Pedro y a la Hermandad de la Misericordia y
situada, como se sabe, frente al altar público erigido en el siglo XVIII en
honor de los Santos Mártires. Los balcones habían sido exornados con
colgaduras, como ya se pudo comprobar a la ida, pero ahora se habían esparcido
por el suelo hojas de hierbabuena, y desde el balcón principal se arrojaron
pétalos de flores rojas cuando pasaba la sagrada urna.
La lluvia no cesó de caer, pero lo hizo con suavidad y no supuso inconvenientes de ningún tipo ni modificó el orden y compostura del cortejo. Éste llegó a la Basílica poco después de las dos de la tarde, cerrándose la peregrinación cuando, una vez depositada la parihuela en el lugar de donde había salido cuatro horas antes, el Hermano Mayor dijo por la megafonía: «Hermanos, la peregrinación ha terminado».
La lluvia no cesó de caer, pero lo hizo con suavidad y no supuso inconvenientes de ningún tipo ni modificó el orden y compostura del cortejo. Éste llegó a la Basílica poco después de las dos de la tarde, cerrándose la peregrinación cuando, una vez depositada la parihuela en el lugar de donde había salido cuatro horas antes, el Hermano Mayor dijo por la megafonía: «Hermanos, la peregrinación ha terminado».
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