miércoles, 2 de diciembre de 2015

Funeral por nuestro Hermano Mayor

El silencio, a la hora de empezar el funeral, no era blanco, sino denso. Llevado a hombros de familiares y hermanos de la Cofradía, el féretro entró en la Basílica entre los sones de la versión en violín de la marcha Réquiem. Había sido recibido en la puerta por la Junta de Gobierno, encabezada por el Hermano Mayor en funciones, José Manuel Maqueda.
Cientos de personas llenaban las naves basilicales. La familia -su querida esposa Amelia, su madre, sus hermanos, sus amigos y compañeros de trabajo- muchos hermanos de la Misericordia y cofrades de muchas hermandades, además del presidente de la Agrupación de cofradías, Francisco Gómez Sanmiguel y autoridades de la ciudad, como la actual alcaldesa, Isabel Ambrosio, y el anterior regidor, José Antonio Nieto. Donde el Santísimo Cristo se expone en besapiés el Viernes de Dolores se había colocado un catafalco de paños morados, en el que se situó la vara de Hermano Mayor, donde el féretro fue depositado para la celebración eucarística; la vara y un paño negro -del faldón del paso del Santísimo Cristo- cubrieron el ataúd.
Concelebraron cuatro sacerdotes ‒Pedro Soldado, Javier Cañete y Florencio Muñoz‒, presididos por nuestro Consiliario, monseñor Antonio Jurado Torrero. En su homilía ‒dictada por la condición sacerdotal, pero también por la amistad más sincera‒, el rector de la Basílica animó a los asistentes a vivir esta prueba desde la perspectiva de la fe, en la certeza de que Dios habrá concedido a nuestro hermano José Carlos el Paraíso que tiene reservado a quienes le aman y a quienes, como él, han dedicado su vida a Dios, a su familia y a su Hermandad.
Tras la comunión, nuestro hermano Ángel María Varo Pineda leyó unas palabras dedicadas a José Carlos, a su familia y a nuestra Hermandad.
Antes de salir del templo, el féretro con los restos mortales de nuestro Hermano Mayor fue llevado ante la capilla de la Misericordia, donde todos los asistentes rezaron el ejercicio semanal en honor de nuestros titulares pasionistas.

Con la marcha Lágrimas y Desamparo, la misma que escuchó José Carlos tantas veces a lo largo de su vida, salió el féretro de la Basílica, para ser trasladado al Cementerio Municipal Nuestra Señora de la Fuensanta, donde sus restos fueron incinerados en una ceremonia familiar. 
La Agrupación de Cofradías, las hermandades del Lunes Santo y del Miércoles Santo de forma corporativa, y las de la Buena Muerte, los «costaleros» del Remedio de Ánimas, Nuestra Señora del Socorro, las Penas de Santiago, la Soledad de Priego, las dos cuadrillas de costaleros y la Capilla Musical de nuestra Hermandad enviaron sendos ramos o coronas de flores. A todas ellas, y a los cofrades que a título personal y hermandades que estuvieron representadas nuestra Hermandad les agradece de todo corazón su apoyo y su solidaridad.

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